Hace algo más de 10 años recibí el encargo por parte del Boletín Farmacoterapéutico “El
Comprimido” de les Illes Balears de redactar un artículo sobre “Novedades en el tratamiento
oral de la DM tipo 2: aparición de las incretinas en el arsenal terapéutico de la diabetes y
problemas de seguridad de las glitazonas” (mayo del 2010); un artículo que realicé y que se
revisó por el comité editorial pero que no se llegó nunca a publicar. Las múltiples pegas en el
contenido, inconvenientes diversos y cambios hizo que tomara personalmente la decisión de
contestar: ¡pues hágalo usted!. Pues una cosa es que se escriba según el criterio del autor y
otra distinta bajo el criterio de quien encarga el artículo. La independencia bajo mi punto de
vista es lo primero.
Situaciones como ésta a lo largo de más 30 años escribiendo sobre temas que pueden
interesar al médico de Atención Primaria (AP) solo me han ocurrido puntualmente, y
básicamente desde el lado contrario, la Industria Farmacéutica. Y es que ambos comparten lo
mismo, el interés por influir (a favor o en contra) sobre un determinado fármaco o familia de
fármacos. En este caso, fue en contra de las en aquel tiempo recientes familias de glitazonas e
incretinas (que ahora nadie discute su efectividad).
Tengo que decir que nunca es un trabajo perdido pues siempre se utiliza en otros escritos o se
aprende y se disfruta de la búsqueda bibliográfica y del hábito de escribir.
Los Boletín Farmacoterapéuticos (BFT) existen en muchas Comunidades Autónomas y tienen
como objetivo principal “el uso racional de los medicamentos” como consecuencia de una
“prescripción médica acorde con la mejor evidencia científica disponible” (sic). Sin embargo,
sus revisiones suelen sorprender al ir justamente en el sentido contrario de lo que propugnan
en sus Guía de Práctica Clínica (GPC) las Sociedades Científicas (SS).
La realidad es que si bien en sus criterios tienen como objetivo “ofrecer recomendaciones
objetivas e independientes sobre medicamentos en sus aspectos de eficacia, seguridad y coste,
de forma comparada con otras alternativas terapéuticas, así como orientar sobre cómo se
deben utilizar los medicamentos y establecer su lugar en la terapéutica.” (sic), uno no acaba de
comprender como con las mismas evidencias se llegan a conclusiones tan distintas a las que las
GPC de las SS o que el colectivo médico encuentra.
Las explicaciones vienen del objetivo de la revisión y de quien es el que hace la búsqueda e
interpretación de las evidencias; profesionales sanitarios, en ocasiones ajenos al mundo
asistencial, en el caso que da pie a este post, farmacéuticos especializados en farmacia
hospitalaria, y como parte de su trabajo en la institución. Otra es la búsqueda incesante de la
coste/efectividad de las opciones terapéuticas, que lógicamente siempre apuntan a los
fármacos más antiguos y nunca los recientes.
En este sentido, la eficiente miopía de comparar coste económico por potencia en descenso de
la HbA1c siempre concluye lo ya conocido, que las sulfonilureas son las moléculas más
costeefectivas; y a partir de ahí dejemos de investigar. Sin embargo, la eficiencia a nivel
macroeconómico tiene en cuenta no solo los costes en el % de descenso de la HbA1c, si no los
costes derivados de los eventos cardiovasculares, hospitalizaciones por insuficiencia cardíaca,
accidentes vásculos cerebrales, hipoglucemias, o eventos renales terminales evitados…además
de los efectos secundarios. Y eso habitualmente no se tiene en cuenta.
A partir de aquí para dar contenido al objetivo podemos caer en el cada vez más frecuente
“cherry picking (literalmente ‘recolectar cerezas)”, o escoger entre lo publicado lo que más nos
conviene (se elige lo que nos lo confirma y se oculta lo que nos lo puede contradecir); algo que
viene del mundo legal pero que no es admisible en el mundo científico.
Al parecer existen una serie de criterios para la redacción de los BFT recogidos en la
International Society of Drug Bulletins (ISDB)*:
• “Debe estar dirigido por un equipo de profesionales intelectualmente independientes y
disponer de una estructura organizativa capaz de garantizar la independencia editorial.
• Debe disponer de fuentes de financiación que garanticen esta independencia, como por

ejemplo la financiación pública por parte de un gobierno nacional o local, por parte de una
organización no gubernamental o autofinanciarse mediante las aportaciones de los
propietarios o las suscripciones de los lectores.
• No puede llevar publicidad relacionada con empresas farmacéuticas. Un boletín
farmacoterapéutico debe ofrecer información exhaustiva basada en la evidencia científica y
ésta debe referenciarse con bibliografía actual y de calidad.”(sic)
Dicho esto, este post se me ocurrió hace dos meses al leer una revisión en catalán
“Antidiabètics en el tractament de la DM2: Quà sabem?” del Bulletí d´informació
farmacoterapètica del Servei de Salut de les Illes Balears, escrito por dos farmacéuticos, que
resume las evidencias a su entender al respecto. Entiendo que es una buena revisión si se
hubiera hecho hace cinco o diez años; en la actualidad, en mi opinión las opciones en el
tratamiento de la diabetes tipo 2 están más acordes con los Standard Medical Care del
American Diabetes Association (ADA), Diabetes Canada, la NICE, la redGDPS… que no con
alguna fuente a la que recurre: tabla 2, el Algorritmo de tratamiento farmacológico (tomado
de la Generalitat de Catalunya. Pautes per a l’harmonització del tractament farmacològic de la
diabetis mellitus tipus 2. Barcelona; 2019)
Mateu Seguí Díaz
Miembro del grupo de trabajo de la SEMERGEN
Editor y redactor principal del blog de la redGDPS

-Antidiabètics en el tractament de la DM2: Quà sabem?. Bulletí d´informació
farmacoterapètica del Servei de Salut de les Illes Balears. N 26. Novembre del 2020


-Normas de publicación del boletín farmacoterapéutico “El Comprimido” (marzo 2010)

-Novedades en el tratamiento oral de la DM tipo 2: aparición de las incretinas en el arsenal
terapéutico de la diabetes y problemas de seguridad de las glitazonas. El Comprimido (mayo
del 2010-NO PUBLICADO)